Datos del libro
Fecha de publicación: 31 de agosto de 2017
Nº páginas: 302
Editor: IndependienteIdioma: Español
ISBN-10: 197562548X
ISBN-13: 978-1975625481
Laureen McLean está cansada de la monótona vida que lleva en Boston. Desde que su mejor amiga se mudó, su vida se limita a ir a trabajar, comer y dormir. Una tarde encuentra en el periódico el anuncio de un ranchero que busca esposa por correspondencia, y aunque le parece una idea loca y descabellada, se atreve a escribirle una carta.
Semanas más tarde ni siquiera se acuerda del vaquero, pero se sorprende al encontrar en su buzón respuesta a su carta, donde le pide que vaya a Tyler Dx para conocerse y ver si podrían llegar a buen puerto. Tras mucho pensarlo, Laureen se lía la manta a la cabeza y coge un avión para encontrarse de frente con su destino.
Primeros capítulos
Capítulo 1
Laureen McLean tiene treinta y un años
y trabaja como secretaria en un bufete de abogados en Melville Avenue, al sur
de Boston. Su vida es demasiado aburrida y monótona. Desde que su mejor amiga,
Kristen, se casó el mes pasado, no tiene a nadie con quien pasar su tiempo
libre. Su hermano trabaja como médico de urgencias en San Francisco, y Kristen
se ha mudado con su marido a Nueva York, así que su vida se resume en ir a
trabajar, comer y dormir.
Hoy se siente especialmente cansada… y
triste. La soledad es mala compañera cuando tu autoestima está por los suelos…
como la suya. Hay veces en las que piensa que jamás encontrará a un hombre que
se enamore de ella, que nunca podrá tener la familia que tanto desea tener. Y
hoy es uno de esos días. Cuando sale del trabajo, se acerca al supermercado de
la esquina para comprar algo para cenar, y de paso se hace con un periódico
para enterarse de lo que pasa en el resto del mundo, pues no ve demasiado la
televisión a no ser que sea para ver una película.
Una vez en casa, se da una ducha
rápida, se pone su pijama de corazoncitos y se calienta la lasaña en el horno.
Acompaña la insípida cena con una copa de vino y se sienta en el sofá a ojear
el periódico. De repente, un anuncio en la esquina inferior izquierda llama su
atención.
Soy un viudo
de treinta y cinco años y necesito una mujer para casarme. Los requisitos
necesarios son: edad comprendida entre treinta y treinta y cinco años,
experiencia en el manejo de un rancho y que le gusten los niños. Interesadas
dirigirse a la dirección abajo indicada.
—¿En serio aún hay gente que busque esposa por
correspondencia? —dice para sí misma— Con los avances que hay en Internet y la
de páginas de citas que existen…
Continúa ojeando el periódico, pero su
mente no deja de volver una y otra vez al anuncio de la esposa por correo. No
hay nombre, solo un apartado de correos de Tyler, en Texas. La curiosidad la
atrapa, y vuelve a leer el anuncio una vez más.
—Estoy loca, estoy como una puñetera
cabra.
Suelta el periódico en el sofá y
termina de cenar. Necesita dormir, así que se mete en la cama temprano, pero no
consigue conciliar el sueño. No puede dejar de pensar en el ranchero, su mente
no deja de imaginar cómo será ese hombre. No puede evitar imaginar a un hombre
alto, guapísimo a rabiar, con unos músculos de infarto y una sonrisa que podría
desarmar a cualquiera. ¿Pero cómo un hombre de ese calibre iba a poner un
anuncio en el periódico? Un hombre guapo solo tendría que salir a la calle y
sonreír a la primera mujer que pasase por su lado para tener a una esposa colgando
del brazo, así que el pobre señor tiene que ser normalito, tirando a feo… y
encima tímido. Sí, eso debe ser… El dueño de ese anuncio tiene que ser un
hombre tímido e introvertido que no se atreve a acercarse a ninguna mujer.
—¡Vamos, Laureen! ¡Duérmete ya! —gime
tapándose la cabeza con la almohada.
Pero no deja de pensar en el anuncio.
Quizás esto es lo que necesita para ser feliz. Quizás un hombre como su
ranchero desconocido es lo único que puede conseguir. De un salto, sale de la
cama y escribe una breve carta.
Estimado
señor, mi nombre es Laureen McLean y vivo en las afueras de Boston.
—Vale… Ahora tengo que venderme bien
para que quede impresionado —susurra—. A fin de cuentas no tengo ni la más
remota idea de cómo funciona un rancho…
Una imagen de su misterioso señor,
regordete y bonachón, cruza su mente montando un enorme caballo blanco con
manchas negras.
—Céntrate, Laureen… Céntrate.
Aunque
realmente no sé nada sobre el funcionamiento de un rancho puedo aprender, y
además me encantan los niños. Me gustaría que me diese la oportunidad de
conocernos, porque si bien puedo no ser la adecuada para sus necesidades, sí sé
que podemos llegar a ser muy buenos amigos.
Lee la misiva varias veces antes de
meterla en un sobre. Por suerte, siempre tiene en un cajón del salón material
de oficina, y encuentra un par de sellos que parecen ser de curso legal. No
puede esperar más, así que se pone su bata de franela y sus zapatillas de ositos
y corre hasta el buzón de correos de la esquina. Gracias a Dios son las tres de
la mañana y nadie la ve con esas pintas, y vuelve a casa con la dignidad intacta.
Esta vez, en cuanto cae en la cama su mente vuela hasta el mundo de los sueños,
donde su hombre misterioso cabalga hacia el ocaso en su magnífico purasangre
blanco y negro.
A la mañana siguiente se despierta de
muy buen humor. Incluso se anima a maquillarse, cosa que llevaba bastante
tiempo sin hacer. A la hora del desayuno llama a Kristen para contarle las
nuevas noticias.
—Hola guapa, ¿cómo estás? —canturrea su
amiga nada más descolgar.
—Creo que echaros tanto de menos ha
conseguido hacerme perder la cabeza.
—Nosotros también te echamos mucho de
menos, Laureen. ¿Qué te ha llevado a creer lo que todos ya sabíamos? Porque
llevas mucho tiempo estando loca de atar… —bromea su amiga.
—Muy graciosa. Anoche compré el
periódico y vi un anuncio en el que no pude dejar de pensar, así que…
—¿Te has comprado una aspiradora?
—No, he contestado a una propuesta
matrimonial por correo.
—¿¿Que has hecho qué?? —grita Kristen—
¿Pero tú te has vuelto loca? ¿Y si es un violador, o un asesino en serie?
—No creo que sea nada de eso, Kris, y
siento que esto es lo que tengo que hacer. Además, lo más seguro es que ni me
conteste.
—¿Y qué harás si lo hace? ¿Dejarte
cortar en trocitos como si fueses carne de vaca?
—Pues si me contesta, iré a conocerle
y si todo va bien serás mi dama de honor.
—Tienes razón, Laureen. Te has vuelto
completamente loca. Estás para que te encierren, en serio.
—No exageres…
—¿Que no exagere? No pienso permitir
que lo hagas, ¿me oyes? Ahora mismo cojo un vuelo y me planto en tu casa para
darte dos bofetadas a ver si espabilas.
—¿Tengo que recordarte que es mi vida?
—¡Una vida que quieres poner en
peligro! Estás cometiendo un gran error, Laureen, y no pienso permitirlo.
—No voy a seguir discutiendo contigo,
Kris. Pienso seguir adelante con esto, te guste o no.
—Muy bien, haz lo que te dé la gana,
pero que sepas que no estoy nada de acuerdo. No se te ocurra apagar el
teléfono, ni desaparecer, o llamaré al FBI.
—No te preocupes, que te llamaré para
mantenerte al día.
—Prométemelo.
—Te doy mi palabra. Y ahora te dejo,
que tengo que volver al trabajo. Cuídate. Te quiero.
—Yo también te quiero. Llámame.
Sonríe al colgar el teléfono. Aunque
su amiga es un poco alarmista, no deja de tener razón. No sabe nada de Aiden, y
puede ser cualquiera, incluso un loco o un asesino. Pero algo en su interior le
dice que esto es lo que tiene que hacer, lo que necesita hacer para seguir adelante
con su vida.
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